Desde hace unos meses comenzaron las advertencias. La preocupación mundial por un estallido de la burbuja de la inteligencia artificial resurge con intensidad y algunos analistas prevén que 2026 marcará la crisis, sobre todo hacia finales del año.
Y no sólo eso, pues los especialistas comienzan a predecir lo que sería una catástrofe de dimensiones que podrían ser más profundas que la caída de las puntocom en el año 2000, mientras que otros creen que podría ser similar a la del 29.
Los escenarios se están dando en un entorno en donde los valores de las empresas relacionadas con la IA están cada día cargándose de mayores presiones. Por ejemplo, los valores conectados con IA han impulsado el rendimiento del S&P 500 hasta el 80% en beneficios y al 90% en el gasto de capital desde que fue lanzado ChatGPT en 2022.
Pero el problema no está allí sino en los desembolsos, pues a la fecha la IA no está generando rendimientos a las empresas, por el contrario, todas están apostando y haciendo inversiones cuantiosas con la esperanza de recuperarlas en el corto o mediano plazo.
Y esas inversiones están dando unos rendimientos que no van en linea con la realidad en un entorno donde las empresas están teniendo un mayor valor que, incluso, algunas de las economías más grandes del planeta.
Por ejemplo, los “Siete Magníficos” (Nvidia, Microsoft, Apple, Alphabet, Amazon, Meta Platforms y Tesla) tienen hoy día en conjunto una capitalización de mercado superior a la de la economía china. Solo Nvidia vale más que Japón, la tercera economía mundial.
Y eso es lo menos preocupante. Los inversionistas están divididos en cuanto a las alertas que están mirando, pues algunos consideran que, en efecto, el tema de la IA está en un proceso de impulso y que, por ahora, todo el gasto tiene una razón de ser, aún cuando con excepciones, todas las empresas están perdiendo dinero.
Para algunos especialistas, el auge de la IA cumple con todos los requisitos de una burbuja clásica, con patrones familiares de comprar cuando viene la caída, momentos en el que los inversionistas acuden en masa para hacerse de una posición, sumado a la esperanza de que en esta ocasión todo será diferente al año 2000 por la tecnología en juego, que es revolucionaria.
Además, hay una extraña y mayor participación minorista junto con unas condiciones monetarias complejas y un telón de fondo de beneficios paralizados fuera de las diez principales empresas estadounidenses.
Hoy día el 21% de los hogares estadounidenses posee acciones individuales, cifra que se eleva al 33% si se incluyen los fondos de inversión. Mientras tanto, el crecimiento de los beneficios se limita en gran medida a los gigantes tecnológicos, mientras que el resto del mercado está en descenso.
“Sospechamos que la burbuja acabará por estallar después de finales del próximo año, provocando una corrección en las valoraciones. Al fin y al cabo, esta dinámica se dio tanto en torno a la burbuja de las puntocom de finales de los años 90 y principios de los 2000 como en el Gran Crack de 1929”, destacan los especialistas de Capital Economics, Diana Iovanel y James Reilly.
En declaraciones exclusivas a la BBC, Sundar Pichai, cabeza de Alphabet, afirmó que el crecimiento de la inversión en inteligencia artificial (IA) ha sido “extraordinario” y que existe cierta “irracionalidad” en el actual auge de la demanda de computación.
Esta declaración se produce en medio de temores en Silicon Valley sobre una posible burbuja de la IA, dado que el valor de las empresas del sector se ha disparado en los últimos meses y hay una fuerte inversión en ellas.





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