En mayo pasado, el padre del iPhone, Apple, había anunciado una inversión de 500 mil millones de dólares en Estados Unidos para impulsar el esfuerzo de la administración de Donald Trump en lograr que las compañías norteamericanas invirtieran en el país en vez de otros mercados.

La decisión también tenía implícito el evitar un mayor impacto arancelario y de impuestos que se venían tejiendo para las compañías que no contribuyeran con la idea de campaña de Donald Trump, hacer América grande nuevamente.

El viernes pasado, el presidente de Apple, anunció que aumentará su compromiso de inversión con Estados Unidos a un total de 600,000 millones de dólares en los próximos cuatro años, unos 100,000 millones de dólares más de lo que había anunciado en mayo pasado, desembolso que le permitirá financiar el Programa de Manufactura Americana (AMP, por sus siglas en inglés), para expandir la cadena de suministro de silicio a nivel nacional.

Trump celebró el anuncio de Apple al señalar que “es la inversión más grande que Apple ha hecho en los Estados Unidos y en cualquier parte del mundo (…). La compañía también está presentando su nuevo y ambicioso programa de fabricación estadounidense, que pondrá en marcha fábricas y líneas de ensamblaje en todo el país”.

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